Cansado, un poco calcinado del sol, y con la mente en sus cuentas, Jairo Hugo Pérez, de ojos claros, piel morena, macizo y dueño de un establecimiento de gaseosa, culmina uno de sus días en el lugar más exótico de Colombia, San José del Guaviare. Como una de sus hijas lo llama.
Treinta y seis años convierten a este llanero en todo un Guaviarense, lugar que le ha proporcionado tener una vida digna y oportuna, quien con una sonrisa manifiesta la placidez que este lugar le ha concedido “Aquí he alcanzado mis metas, construí una familia, y aunque digan que es un sitio caloroso, inseguro, cansón, aburrido, para mi es lo mejor, es mi pueblo y me siento muy orgulloso de el”
Por otro lado, para Alicia Murillo correr hasta las afueras del aeropuerto y esperar hasta que llegaran los aviones, para algunos guaviarense en un tiempo era lo más gracioso y divertido, debido a que el pueblo no contaba con sitios novedosos, Puesto que antes era una comisaria, la cual pertenecía al Vaupés de ahí pasó hacer departamento.
“Cuando conocí San José, eran solo huecos, no había carretera, hasta 1980 cuando llegó el bus de la macarena, en el pueblo ese día hicieron fiesta, la gente gritaba de alegría por este nuevo logro, puesto que el único trasporte se generaba por el rio, de ahí las famosas voladoras”Con un poco de fluidez manifiesta Alicia.
La ilusión de viajar hacía Villavicencio, quedaba en las horas que tocaba esperar, mientras el bus intentaba salir de uno de los cuantos huecos hondos y resbalosos que existía en esa época en la vía a Villavicencio, o mientras se hacía transbordo en los típicos planchones del rio Guaviare, pues aún no contaba con el actual puente “El Nowen”. Uno, dos y hasta tres días se demoraba la flota en llegar “En polveado, sucio, con olores raros y cansados así nos abrazaba el Llano” Recuerda con risas, Jairo Pérez.
Observar cada domingo el futbol, en la única cancha del pueblo, se convertía en el pasatiempo más cotizado del guaviarence, sentarse en el parque central a degustar un helado, o simplemente irse a bañar a uno de los sitios turísticos como la lindosa, hacían de Edgar López las opciones acertadas para un fin de semana.
Con la llegada de los grupos armados como las autodefensas, el Guaviare cambio por completo, la inseguridad empezó a rondar por los municipios y barrios, de muertes se hablaba a menudo, la zozobra se despertaba en la gente, y el miedo hacía perder la tranquilidad que se generaba en algún tiempo, según Enrique Liz, fundador de este municipio. Estas fuerzas armadas al margen de la ley, se instauraron en la zona rural, adueñándose de la región. Sin embargo poco a poco este territorio creció de una forma audaz, la economía y la abundancia caracterizaban al departamento, aunque la incertidumbre golpeaba a los habitantes.
Antes era la mafia la que aturdía al Guaviare, ahora es la política, el poder se incrustó de una forma exterminadora en la región. El progreso se estanco, el mal manejo económico lo frustro, los recursos se pierden en el viento, y nadie da razón de ellos, las calles se deterioran, el servicio médico fracasa, los campesinos protestan y los impuestos están en la cima. ¿Qué pasa con nuestro patrimonio, estamos eligiendo mal? ¿Nos hemos vuelto ignorantes de la realidad? Estas son algunas de las preguntas que se hace Vicente Sanabria, habitante de San José.
La capital de la esperanza Colombiana, como Patricia Pérez lo refiere a sus amigos, al momento de nombrar su tierra, no puede desaparecer, pues el anhelo y la confianza, es más grande que los obstáculos, la ilusión de algún día ver convertido el Guaviare en una ciudad, aún están latente, pese a las condiciones de gobierno o al mal trato de los recursos destinados para el crecimiento de esta región.
Siempre en su gente, estará enmarcado el esfuerzo por trabajar cada mañana por su pueblo, el ver su sueño hecho realidad, una ciudad que genere, no solo economía, sino tranquilidad y paz a sus habitantes, idea que se afirma en los dichos de alguien que aún cree en su tierra, “ Tal vez nos tome mucho tiempo, pero sabemos que con esfuerzo lograremos estar conformados como una sociedad desarrollada, porque existen personas que aun creemos en la prosperidad del Guaviare” manifiesta con convicción Andrea Marín.
Es de notar entonces, que la fe que se impregna en las palabras de estos habitantes, crean a partir de sus esfuerzos, la motivación de que algún día una región tan prospera como esta, dejara de ser azotada por la pobreza, la corrupción y la violencia para pasar hacer de la capital de la esperanza Colombiana, a la capital de la prosperidad, la cual se verá reflejada en la felicidad de los guaviarences.
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